En el inicio de la temporada, Carlos Salvador Bilardo pergeñó y armó un equipo a su medida, con su impronta. A la buena base que tenía, le agregó verdaderos refuerzos. Llegaron Benito, Frassoldatti, García Ameijenda y los uruguayos Cabezas y Agresta del Cerro. Y se produjo el retorno fundacional del inmenso Juan Ramón Verón.
El Torneo Metropolitano estaba lleno de muy buenos equipos, con el River de Ángel Labruna como atracción central y que buscaba el campeonato que se le negaba desde 1957. Estudiantes terminaría en un destacado 5º puesto, con 38 partidos jugados: 18 ganados, 11 empatados y 9 perdidos, casi el 62% de puntos obtenidos.
Tras el receso, para el Nacional, llegaron tres refuerzos: Tagliani, el arquero Barbieri y el enorme Carlos López. Fuimos segundos en nuestra zona y clasificamos para el Octogonal Final.
El equipo se quedaría en las puertas del título, a falta de sólo dos fechas, cuando River nos venció en aquella noche del penal desviado de Carlos López y la inolvidable atajada de Fillol a la Bruja Verón, en la cancha de Vélez. Así, River superaría a Estudiantes por un punto para llegar a la última fecha con el triunfo de ambos (Estudiantes le ganaría a Temperley a la espera de una caída de River, en Rosario, ante Central) y, finalmente, por sólo un punto de diferencia, el título para los de Labruna.