De voz firme, perfil bajo y años trabajando en el mismo predio, los hermanos Salinas representan una historia más de la Familia en Estudiantes. Como jugadores trazaron carreras similares, y detrás de la línea de cal cada uno se dedicó a lo suyo: Gustavo a la dirección técnica, que lo llevó a ser hoy ayudante de Leandro Desábato en el plantel profesional; y Marcelo entrenador de arqueros, trabajando en la División Reserva y con las categorías mayores del Fútbol Juvenil.
LOS SALINAS JUGADORES
"Hace 15 años que estoy en el club. Fui jugador de Estudiantes, llegué hasta Cuarta división y en el 2007 a través de Gustavo ingreso a trabajar en la formación de arqueros. Veníamos de Cambaceres y me hice cargo de las categorías más chicas. Con pocos meses de diferencia jugamos en las Divisiones Juveniles con mi hermano, en la década del 80, y compartimos el camino formativo juntos en el club. Entrenábamos todas las categorías juntas en una sola cancha, era lo que había en esa época. El Country era muy distinto y entrenábamos y jugábamos en la cancha auxiliar de UNO", empieza el relato Marcelo.
"Cuando me dejan libre, dejé de jugar por un año y me tocó el Servicio Militar. Tuve la suerte de entrenar con Luis Islas, que estaba en el club en esa época y era un fenómeno. De mi categoría llegaron el Chivo (Daniel) Peinado, Ricardo Iribarren y el Carlo Ruiz", comentó Marcelo, que es el mayor, y su hermano aportó: "Nuestra historia es particular, él entró un año antes al club. Yo entré con edad de séptima y llegué hasta cuarta división. Una de mis virtudes es saber las limitaciones que tengo. Hace poco hablaba con gente del club que yo viví la década del ´80 en Estudiantes, con jugadores como Alejandro Sabella o Miguel Russo, en esa época el Country no era lo que es hoy y el fútbol tampoco, hubo un cambio generacional importante. No estaba la concentración, los lujos ni los representantes".
LOS SALINAS FORMADORES
Cada uno en su materia, pero con el claro compromiso de formar futuros jugadores de Estudiantes, Gustavo y Marcelo llevan más de una década trabajando en el club, en un lazo que va más allá de lo sanguíneo y laboral.
"Siempre estuvimos juntos, compartimos plantel en Everton y en un equipo de la Liga de Chascomús. Después lo acompañé cuando estuvo en el cuerpo técnico de Cambaceres, y nos volvimos a encontrar en Estudiantes. El fútbol nos juntó, como jugadores y como entrenadores. Me hubiese encantado llegar a primera con él, soy un admirador de Gustavo, para mi es un técnico tremendo, porque es de los pocos que hizo la carrera desde abajo, como corresponde. Tuve la suerte de entrenar a muchos arqueros, en los dos interinatos en los que participé, y de trabajar con grandes guardametas. A Gerónimo Rulli lo tuve en novena división, igual que Jerónimo Pourtau", anticipó Marcelo, testigo y protagonista de grandes goleros que defendieron la camiseta albirroja.
Su hermano y compañero completó: "Pasamos muchos momentos, los viajes a Qatar y a Malasia, que salimos campeones y que tienen un sabor especial. Perdimos a nuestra vieja cuando yo tenía 40 años, por lo que mi familia más cercana es mi hermano y mi viejo. Soy poco demostrativo pero sé que él siempre está. Tengo muy buena memoria, y no me olvido de las cosas buenas y malas".
LA OPORTUNIDAD PARA EL LOMO
Gustavo, el más chico de los dos, es uno de los ayudantes de campo de Leandro Desábato, con la magnitud y las responsabilidades que conlleva. "Estuve en Juveniles y es una escuela para cualquier técnico. En mi opinión, salvo por excepciones, debería ser obligatorio pasar por la etapa formativa, para entender mucho más a los jugadores y sobre todo a los chicos. Uno inconscientemente se imaginaba tener una experiencia en Primera, pero no es algo que me había puesto como objetivo", afirmó el "Lomo".
"Cuando estuve en la Liga Amateur Platense no hacía ni más ni menos que lo que hago ahora. Empecé en Fútbol Infantil en Everton cuando dejé de jugar, los pasaba buscar a los chicos que no los podían llevar, para que puedan jugar. Siempre me tomé las cosas con compromiso, nunca hice las cosas a medias. Creo mucho en el destino pero hay que ayudarlo. No tomo consciencia, lo hago cuando hablo con amigos pero tampoco me detengo mucho en eso para que no me supere la situación, ya demasiado autoexigente soy, para ver si estoy a la altura de las circunstancias", suscribió, y completó: "Hago un ejercicio que siempre se lo digo a los jugadores, y es pensar de donde se viene: hay que darse una vuelta del pasado para darse cuenta donde uno está. Empecé en una cancha de siete en Fútbol Infantil, con una pelota para veinte pibes, después pasé por ADIP, en Cambaceres, con momentos duros, y un desafío en la Liga Metropolitana. Valoro mucho donde estoy, sino es como si hubiese nacido en Primera y no es así, tuve que hacer un recorrido".