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Institucional • 27 mayo 2025

El Padre

Detrás del apellido que marcó a fuego la historia de Estudiantes, hay una familia atravesada por la pelota, el club y el legado de un hombre irrepetible. De Juan Ramón a sus hijos, y de sus hijos a sus nietos, la historia de los Verón es también la historia de un amor inquebrantable.
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Hay hombres que fundan legados. Que sin pretenderlo, e incluso sin buscarlo, siembran algo más que memoria: siembran pertenencia. Juan Ramón Verón fue uno de ellos.

No sólo dejó huella en la historia grande de Estudiantes con goles inolvidables, copas eternas y una zurda prodigiosa. También construyó una familia donde la pasión por el club se convirtió en herencia.

De sus hijos, tres vistieron los colores. Uno —Juan Sebastián— se transformó en leyenda. Y de sus nietos, uno ya extendió la dinastía. Pero todo empieza con él: con Juan Ramón, la Bruja original.

Sebastián: La noche que nacieron dos leyendas

Juan Sebastián nació el 9 de marzo de 1975 y sobre esa madrugada se construyó un mito que perdura hasta el día de hoy. Es que Estudiantes se enfrentaba por la tarde frente a Gimnasia en lo que representaba un partido decisivo para las aspiraciones del equipo que conducía Carlos Bilardo. Juan Ramón era, naturalmente, la figura de un Estudiantes que, a manos de Fillol, quedaría en las puertas del título.

La leyenda cuenta que Cecilia Portela, entonces esposa de la Bruja, llamó a la concentración de City Bell para avisar que había dado a luz al primer hijo de aquel matrimonio. Quien recibió la información fue el inolvidable Doctor Roberto Marelli, quien avisó al "Narigón" del nacimiento de "La Brujita".

Entonces nació, al tiempo que Sebastián, el mito: que Carlos Bilardo decidió no "desconcentrar" a Juan Ramón y le ocultó el nacimiento de Sebastián hasta después del partido, en el que la Bruja fue una de las figuras convirtiendo el segundo gol de un clásico 87 que terminaría 3-3.

La anécdota, aunque pintoresca, parece una forma de exagerar las obsesiones del Narigón: si bien es cierto que decidió no despertar a Juan Ramón para no interrumpir su descanso, por la mañana La Bruja se anotició de su reciente paternidad y fue en su Peugeot 404 blanco hasta la clínica para conocer a Sebastián. "Fui en mi ‘cuatro-cuatro’ blanco y el bebé dormía lo más tranquilo. Vi que todo estaba bien y volví a City Bell".

"Esa madrugada nacía Sebastián, después dediqué mi gol de cabeza, y además les pegué un baile terrible" contó alguna vez con picardía.

Fueron los últimos meses de la familia en La Plata antes de comenzar una aventura en Colombia, donde Juan Ramón, fiel a su costumbre, también se transformaría en genio y figura.

Yesmil: la mística en sus manos

Tres años después del nacimiento de Juan Sebastián, en 1978, llegó Yesmil. Su infancia, como la de sus hermanos, estuvo marcada por la vida en Estudiantes. Allí conoció distintas disciplinas: pasó por danzas, básquet y destrezas, pero encontró su lugar definitivo en el handball.

Comenzó a practicar en el club en 1992, y desde entonces jamás rompió el lazo con el deporte que ama ni con la institución que lleva en la sangre. "Y fue en ese momento donde descubrí el handball, empecé, lo conocí, me gustó, me quedé, me fue bien y nunca más lo dejé", contaría años más tarde.

A los 15 años debutó en la Primera División con la camiseta de Estudiantes, y formó parte del equipo que consiguió el ascenso a Liga de Honor en el año 2000. Fue también una de las protagonistas de la era dorada del Pincha en la disciplina, cuando el equipo se consolidó en lo más alto del país, cosechando títulos tanto en torneos metropolitanos como nacionales.

Yesmil, entonces extremo izquierdo, recuerda con especial cariño uno de esos logros: "El campeonato más importante fue el del 2001. Jugamos un Metro largo de ida y vuelta y perdimos un solo partido. Fue la primera vez que salimos campeonas de Primera A".

Figura clave de aquel plantel, su rendimiento la llevó a ser distinguida en los Premios León. "Me habían salido las cosas bien y estaba en mi mejor momento. Fue toda una sorpresa, no

lo podía creer. Fue una de las fiestas más lindas en calle 1. Además, me lo entregó mi papá", evocó sobre la noche en que recibió el León de Oro, el máximo reconocimiento otorgado por el club.

Detrás de cada paso, como una sombra cálida y constante, siempre estuvo Juan Ramón. "El mejor líder da el ejemplo desde la humildad" le dijo al club alguna vez. No hubo en Estudiantes líder más humilde que su papá.

Iani: ADN inevitable

Iani, el menor de los hijos de Juan Ramón, nació en 1986. Desde chico creció rodeado por los ecos del apellido, mirando con admiración a su hermano Juan Sebastián, quien partió rumbo a Italia cuando él aún estaba en la escuela primaria. Sin embargo, el más joven de los Verón eligió escribir su propia historia dentro del club de toda la vida.

Impulsado por la exigencia de Cecilia, el respaldo permanente de Juan Ramón y los consejos de sus hermanos mayores —ya consolidados como líderes—, Iani avanzó con firmeza en las divisiones juveniles de Estudiantes. En ese trayecto no solo defendió con orgullo el escudo, sino que alimentó una pequeña pero simbólica estadística: en todo su recorrido formativo, jamás perdió un clásico ante Gimnasia.

"Con Gimnasia no perdí nunca. Mi segundo partido en Reserva fue el clásico. La primera que toqué se fue al lateral, y tuve que ir a buscarla al lado de la hinchada de ellos. En mi vida me putearon tanto ni me escupieron como en esos segundos. Pero eso es lo lindo del fútbol. Y de llamarme Verón", recordó con una mezcla de humor y pertenencia, en los días en que compartía entrenamientos con su hermano en aquel Estudiantes de Simeone que se consagró en el Apertura 2006.

Su carrera profesional luego lo llevó al exterior, pero Iani nunca se alejó del club ni de su raíz. Como si llevara incrustada la identidad pincharrata en el ADN, vivió cada logro con la intensidad de quien entiende el peso de la historia.

"Ser de Estudiantes es mi genética. En el Apertura 2006 tuve una intuición. Me imaginé el título. Pero resulta que un partido no fui, y el equipo ganó. A la semana siguiente me quedé, y volvió a ganar. Hasta la final no me animé a ir. Pero ese día no falté. Fue la locura más linda que me dio el fútbol".

Deian: otra página dorada para la Dinastía

El legado de Juan Ramón Verón, naturalmente, no se detuvo en sus hijos. También fue abuelo de 18 nietos: Matías, Estefi, Aldana, Evelyn e Ignacio (hijos de Mónica); Jonatan, Carlos, Florencia y Lucas (de Alejandra); Braian, Joshua, Joel y Justine (de Fabián); Bianca y Bautista (de Yesmil); Iara, Deian y Mila (de Sebastián).

El vínculo de todos con Estudiantes fue casi automático, como si fuera parte del lenguaje familiar. Pero fue Deian quien se encargó de sumar un nuevo capítulo a la historia dorada del apellido. En 2023 integró el plantel profesional que logró consagrarse campeón de la Copa Argentina, cortando una sequía de 13 años sin títulos para el club.

Con la 11 en la espalda, Deian sintió el orgullo del linaje. "Ese número representa a Estudiantes, a una familia y al apellido Verón, por los logros que consiguieron mi viejo y mi abuelo utilizándola. Cuando me dijeron que iba a llevarlo se me vinieron dos imágenes: la primera que se me viene a la cabeza es el gol de mi abuelo en Old Trafford y uno de chilena contra Racing".

La escena resume con nitidez lo que representa el apellido Verón en Estudiantes: una línea de tiempo viva, que se actualiza generación tras generación. Y en cada jugada, en cada hijo y nieto que toca una pelota, siempre hay una sombra ilustre detrás, una especie de faro: Juan Ramón, la Bruja original.

El primero de una dinastía que se transformó en sinónimo de Estudiantes de La Plata.

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