Dicen que todo empezó una Nochebuena, como la del futuro jueves pero del año 1984. Carlitos, el cura párroco ensenadense de la Iglesia San Francisco de Asís terminó la Misa de Gallo, y al cerrar la puerta encontró a tres pibes sentados en las escalinatas. "Vayan a casa a festejar, es Nochebuena", les dijo. Ellos respndieron que no vivían en sus casas: lo hacían en un baldío. No les creyó, lo desafiaron a ir con ellos y el panorama era desolador: allí había más chicos y de menor edad. Con el corazón enorme que lo caracterizaba, fue al almacén, compró todo lo que le alcanzó y pasó la Nochebuena con ellos, en el baldío. Fue el puntapié inicial del Hogar de la Madre Tres Veces Admirable.
Carlos Cajade nos dejó en 2005, pero su obra perdurará por siempre. También los recuerdos de la gente que lo quería, que lo admiraba. Desde su revista, La Pulseada, escribía artículos contra la pobreza y la marginalidad, con el objetivo y el sueño de lograr un mundo mejor para los pibes, sus pibes del Barrio Aeropuerto. Aquella Nochebuena lo logró.
Carlitos era ferviente hincha de Estudiantes. Lo fue más que nunca en finales del ’90 y principios de la década del 2000, en épocas de vacas flacas. No pudo ver a su Pincha salir campeón en el 2006, pero estaría alentando desde el cielo, junto a Mariano Mangano, el "Ruso" Prátola y tantos otros próceres albirrojos. Desde el club, a través de la Subcomisión de Inclusión Sociocultural, se realizaron eventos para recaudar fondos a beneficio de la Obra.
Hay una anécdota que lo pinta de cuerpo entero. Demuestra su pasión por la institución, su humildad y la amistad sincera que lograba con cada persona que lo conocía. En palabras de uno de sus protagonistas:
"Una tarde estábamos acá todos de siesta cuando cae el Cura. Él pasaba siempre a tomar unos mates tipo cuatro o cinco de la tarde. Pero esa vez se vino a las dos. A esa hora siempre había siesta en el barrio y nadie te abría una puerta.
Como ocho veces tocó el timbre. Al final le abrió mi vieja. Y cuando fuimos a recibirlo nos encaró raudamente el Cura, como sin poder esperar un segundo más para contarnos lo que le acababa de suceder.
- ¿Qué pasa Carli que hinchás las pelotas a esta hora?- le dice mi mamá.
- Pasa que lo puse al tucumano de tres. ¿Podés creerlo?-le responde a medida que le da un beso.
- Que quéeee !!?
- Sí, porque me preguntó Bilardo a quién veía mejor... y me hizo caso!
- No sé cómo te abren las puertas de ahí todavía, ¿no te sirvió de escarmiento cuando le sugeriste un cambio a Cacho y te sacó corriendo? - Mi vieja en tono protestón, se le puso de costado, como dándole el paso. Pero el tipo venía a mil, no podía esperar lo que iba a contar, así que decidió hacerlo agarrado a la reja:
- Sí, sí, Tere, pero ahora fue distinto. Venía del Hogar por el aeropuerto cuando me llama un tipo del club y me dice que Bilardo me quería en el Country. Yo estaba yendo a una reunión de no se qué carajo pero me hice el boludo y me rajé para City Bell. Llego, los titulares entrenaban y los suplentes hacían jueguito y qué se yo qué más. Me quedo en el alambrado un rato y enseguida el Narigón me relojea. Para la práctica, caga a pedos a uno de los pendejos nuevos y me llama con la mano. ¨ ¿A mí?¨, le hago la mímica. Y me hace el mismo gesto pero más exaltado. Entonces, agrandado, rodeo el alambrado, me meto en la cancha y casi al borde de la línea lo saludo. Ahí nomás le hace un gesto a Lemme y le dice "seguí vo´ y fijate bien eso". Me agarra del hombro y ya me temblaban las patas...
Transpirado, respirando entrecortado, y apenas manteniendo la postura, ahora sí el cura se mete en casa y pone la pava. Con mi vieja no podíamos creer la emoción que traía, siendo un tipo que se codeaba con grosos de toda clase. No paraba de hablar un minuto. Chifla la pava y se sienta en la mesa. Se arremanga la camisa y nos detalla el diálogo.
-"Necesito que me ayudes"- me dice Bilardo.- "Vos que estás con los jugadores, que les hablás y los escuchás... ¿cuál está mejor?"
- "¿Mejor? ¿Mejor de qué? Yo sí... es verdad... charlo, les doy algún que otro consejo, ¡pero de táctica ni medio! Usted sabrá cuál está mejor."
- "No Padre, usté sabe ¡USTÉ, USTÉ!"
- "Y bueno... algo le puedo ayudar, qué se yo..."
- "De los de atrás, ¿cuál viene mejor?"
- "Y... el tucumano está con todas las ganas. Es un chico buenazo, muy humilde, tuvo una infancia brava, pero se tiene mucha fe. Compartí varias charlas y lo veo enfundado en confianza. Pero Carlos... Últimamente no caza un cuero." El Padre Carlitos hablaba de Juan Krupoviesa, quien en aquellos tiempos estaba tocando la Primera División y quien luego se convertiría en pieza importante de los equipos pincharratas sucesivos.
- "¡Y eso qué importa! Ya está. Era lo que quería oír Padre. Gracia´, Gracia´. Con un par de charlas lo convencemos de que es Batman. Este sábado lo metemos de tres y va a ver que la rompe." Cerró el diálogo el Narigón.
Mi vieja y yo no le creímos demasiado. En realidad sí le creíamos el relato, pero no tanto que haya sido tan decisiva su intervención. De todas maneras, ese sábado el "Tucumano" jugó y si bien no hizo un gran partido, no volvió a salir de la alineación titular. Cuál de los dos Carlos estaba más loco no lo sabemos, pero de lo que no tenemos dudas es que parte esa locura, cada uno en lo suyo, los hizo genios"