Radio en mano y auriculares en sus oídos, pero atento a cualquier mínimo grito que haga el resto de la hinchada. Luego de recorrer el camino que lo separa desde su casa en Los Hornos hasta el Estadio Ciudad de La Plata en dos colectivos, se ubica, junto a su madre Mirta, en una de las plateas, a la que concurren cada partido que Estudiantes dispute como local. Con la última camiseta blanca y el 8 de Damonte en la espalda. Así vive, siente y disfruta el fútbol Gastón Cabiedes.
Su condición de no vidente no aplaca su pasión y sus ganas de alentar. Pisó por primera vez la cancha en el 2006, cuando el equipo de Verón y Simeone gritó campeón. De la mano de sus padres pudo disfrutar de aquel torneo inolvidable, que quedó en la memoria de todos los fanáticos albirrojos.
"Ese equipo definía los partidos en los primeros minutos, era un gran equipo" recuerda el joven de 18 años, al elegirlo entre sus equipos favoritos. También destaca al equipo del año 2012, en el que jugaba Duvan Zapata, aunque "estaba muy solo y nos faltó algo más para pelear arriba".
"Me guío en el partido por el griterío de la gente, te da la pauta de si el equipo está jugando bien o mal", explica al referirse a de qué manera puede darse cuenta de lo que sucede durante un partido.
Su sueño a futuro es poder concurrir a 1 y 57 con sus hijos, como lo hicieron sus padres con él. En la actualidad, cursa el primer año de la Licenciatura en Psicología en la Universidad Nacional de La Plata, y además juega al fútbol en una liga que nuclea a los mejores equipos de fútbol para ciegos de la ciudad.
Para él, Estudiantes es mística. No hay otra palabra que lo describa mejor. Rescata la actitud y el empeño que ponen los jugadores a los que va a alentar, y le gusta que "los que vengan sepan que este club es grande, que vengan con grandes expectativas".
Gastón es otro ejemplo de sacrificio y de la voluntad de salir adelante que encarnan los valores pincharratas.
