No es sólo un trozo de tela. Es mucho más que eso: una bandera- o mejor dicho, un "trapo"- lleva consigo el sentimiento de un hincha hacia el club de sus amores. El trapo es el símbolo de la pasión; los hay chicos, medianos e inmensos, con frases de canciones o el nombre del barrio, con escudos o dibujos. Hay trapos que van de local, trapos que tienen un lugar especial en la tribuna y otros que son característicos de una hinchada. Y están los que han viajado miles de kilómetros alrededor del planeta, llevando sueños, ilusiones y deseos, y han vuelto con alegrías, tristezas y títulos.
Cualquier hincha que frecuente el Estadio Ciudad de La Plata puede visualizar la bandera de "Seba". Aquel que no lo haga y lo siga por televisión, también; y, en épocas donde los visitantes podían concurrir a los estadios, el trapo del joven platense lucía estoico en cada tribuna rival. Seba es parte de una familia pincharrata: cuarta generación de hinchas y hasta con un museo familiar en la casa, colgó su primer bandera en el alambrado de 1 y 57 en 1997, y hasta el día de hoy ha faltado en muy pocas ocasiones. "La bandera no se ha colgado en ocasiones para poner otra en apoyo a algún amigo que pase mal momento", explicó Sebastián.
La bandera ha tenido el placer de recorrer lugares del mapa tan distantes entre sí como Dubai, Perú, Chile y decenas de canchas en nuestro país. De local la situación es normal; los problemas surgen en rodeo ajeno. En el país incaico, por ejemplo, resulta difícil ver un partido en condiciones normales. Sebastián rememoró un partido frente a Juan Aurich en la ciudad de Chiclayo: "tuvimos que ver el partido dentro del campo de juego con las banderas en la mano, porque no había lugart físico en la cancha para que estemos. La gente nos arrojaba de todo, y el presidente tuvo que pedir por altavoz que nos dejen en paz". Aquel día quedó inmortalizado gracias al gol desde mitad de cancha del "Chapu" Braña.
De la charla con Sebastián se desprenden cientos de "locuras" por ver al Pincha en vivo y en directo. En 2008 Estudiantes jugó un miércoles en la ciudad ecuatoriana de Cuenca. El jueves por la noche, junto con sus amigos, tomaron el vuelo de regreso. En Aeroparque los esperaba su madre con ropa y comida, y los llevó a Retiro a tomar el micro que los lleve a Jujuy, ya que el Pincha jugaba el sábado frente a Gimnasia y Esgrima de aquella provincia. "Mis viejos y mi novia entienden a la perfección este fanatismo, esto de tener que pasar hasta las vacaciones al lado del Pincha. De no ser así, no se puede", dijo.
Gracias a la Copa Libertadores de América conseguida en el 2009 tiene varias anécdotas. En Bolivia, lugar donde se disputó el encuentro frente a Universitario de Sucre, sufrieron un paro general de transporte y no tenían como movilizarse desde Potosí a la ciudad del partido. Tuvieron que rogarle a un remisero para que los lleve más de 300 kilómetros por un terreno montañoso. Y el recuerdo más hermoso fue su viaje a Dubai: junto con amigos, con cientos de trapos que los identificaban y que habían empezado a ser "hermanos" allá por la década del ’90.
"Seba" destacó que en varios países conoció hinchas de otros equipos, que con el tiempo se convirtieron en grandes amigos. En gran mayoría de ciudades extranjeras siempre tiene donde dormir, como también recibe en su casa a algún hincha que visite La Plata. Es el factor principal que rescata de sus viajes.
Para finalizar el contacto con el sitio oficial, "Seba" recordó decenas de banderas hermanas: Mondongo, Gonnet, La Loma, 23 y 68, Pablo Lbc, Fede, Tolosa enajenada, entre otras. Hinchas comunes, desinteresados, que alientan de manera incondicional adonde quiera que Estudiantes de La Plata juegue.