Las historias de amor y pasión por Estudiantes no saben de distancias. En La Plata y en cualquier parte del mundo, la familia albirroja transmite el ADN y desparrama día a día la idiosincrasia del club. Es el caso de Juan Miguel Ballve, quien con apenas dos años dejó Argentina, aunque el fanatismo heredado hizo que se involucre de lleno con el Pincha desde los Estados Unidos.
"Con mi familia nos fuimos de City Bell cuando yo tenía dos años, en 1960, y nos vinimos a Washington. Tuve la suerte de volver con mi padre en la época del '68 e ir a la cancha, y ahí me enamoré de Estudiantes". Así comienza el relato de Juan, quien siendo apenas un niño abandonó su ciudad natal, aunque tuvo la fortuna de retornar al país para vivenciar una de las épocas más doradas del club.
Vio junto a su padre al tricampeón de América y al campeón Intercontinental, retornó a Norteamérica y se juramentó que ese amor por Estudiantes perduraría. Un mandato que sostuvo, que lo llevó a hacer miles de kilómetros para ver la final del Mundial de Clubes en Dubai, también para presenciar la reinauguración de UNO y seguir al equipo cada vez que el destino se lo permitiese. De una u otra manera, Juan Miguel siempre lo sigue al club. Con más de 60 años, hoy es quien encabeza el equipo Pincha en Washington, con una comunidad que congrega no sólo a latinos, sino también a europeos, todos aunados por los colores rojo y blanco.
"Yo jugaba en un equipo de fútbol y, cuando se fue el entrenador, me cedió el lugar. Los jugadores, sabiendo del amor que tengo por Estudiantes, me esperaron todos vestidos con la camiseta y todo el equipamiento. Fue emocionante y me puse a llorar. Desde ahí comenzamos con Estudiantes de Washington", contó.
No sólo se trata de fútbol. Juan y la representación estudiantil defienden el ADN dentro y fuera de la cancha. Comparten espacios en el rectángulo de juego y a la vez cumplen un rol social en silencio, para aportar al club: "Jugamos torneos en Las Vegas, ganamos en Florida, y constituimos una familia. Cada fin de semana nos juntamos a ver los partidos, comemos choripán y pasamos momentos hermosos".
Si de amor se trata, Estudiantes de Washington trabaja y aporta con cariño y afecto desinteresado: "Lo que podemos hacer, lo hacemos. Es todo por amor", asegura. Con botines para las juveniles, dinero, y diferentes aportes, Juan y la filial comandan y guían a la comunidad Pincha en Estados Unidos para que, con su granito de arena, sigamos siendo la familia más grande del mundo.