Este 1° de mayo se cumplen 42 años del inicio del fuego en las islas del Atlántico Sur. Tres de los combatientes en ese momento eran integrantes de la Cuarta División del Club Estudiantes de La Plata, todos de la clase 1962: Nazario "Lito" Arras y Jorge "El Paisano" Parisi, que habían sido subcampeones en 9ª y 8ª, y Juan Gerónimo Colombo, que llegó para 4ª.
Sobrevivientes de una locura, recuerdan el día que estalló la guerra y la supervivencia en los 42 días restantes. Juan pudo cumplir su meta de firmar contrato como profesional, mientras que "Lito" y "Paisa" no regresaron a las canchas. Los tres formaron familia y hoy son socios honorarios de nuestro Club. Conforman la agrupación Estudiantes de Malvinas junto a otros veteranos de guerra muy identificados con la camiseta y la causa patriótica.
Hacía veinte grados bajo cero la madrugada del sábado 1° de mayo de 1982 cuando se iluminó el cielo por los bombardeos de los aviones ingleses, en un ataque que dejó heridos y muertos y que obligó a la primera acción en combate de la Fuerza Aérea Argentina. Un momento de gran desesperación. Un inicio de la guerra en la que los soldados argentinos, especialmente a partir de ese día, empezaron a pasar hambre, insomnio, sufrimiento. Entre las fuerzas terrestres, en Monte Longdon, en distintas trincheras estaban Parisi y Colombo; y en una colina, cubierto con rocas inmensas, Arras. Apenas diecinueve años.
Al otro día jugó el Estudiantes de Bilardo en el estadio de Boca, un empate 1 a 1 con los goles en el primer tiempo. Para el local anotó Roberto Mouzo en una dudosa salida del "Gato" Delménico, y el de Hugo Gottardi fue un latigazo de zurda que hizo estéril la volada del "Loco" Gatti en el arco del Riachuelo. Catorce partidos llevaba el "Narigón" en el campeonato Nacional, que haría fuerza hasta las semifinales con Quilmes.
"Ese primero de mayo, a las cuatro menos cuarto de la mañana, había terminado de hacer la guardia y mi compañero me grita 'mirá Chino, mirá…' Escuché ruido de aviones, me asomé y vi pasar dos Harrier a cien metros de altura. Bombardearon el aeropuerto argentino. Dije ‘listo’, empezó la guerra", explica Colombo, un fornido delantero.
"Aparecieron los aviones y nos dimos cuenta que eso no era una joda. Y después que empezó ya no comíamos más, no te la llevaban a tu trinchera, sino que había que caminar mucho y a veces no encontrabas nada. De chico pasé hambre y eso me ayudó a sobrellevar la guerra, pero otros no podían", relata "Lito" Arras, un hábil enganche que se lució desde la Novena a Cuarta.
"Atacaron de noche y en plena oscuridad escuchábamos las bombas y sentíamos los aviones, pero no veíamos nada. Escuchabas de donde salía el morterazo y no sabías donde iba a explotar, y una esquirla de esas te podía matar, eso te volvía loco. No teníamos cañones, y yo era uno de los tiradores con ametralladora, una MAG, con trípode", explica el "Paisa" Parisi, marcador lateral de piernas largas, que no era consciente del peligro y piensa que por eso pudo sobrevivir a las largas horas de batalla.
Un año antes, Estudiantes los había ayudado en una gestión para no viajar a otras ciudades para el Servicio Militar obligatorio y no perder tantos entrenamientos. El papá del "Paisa", don Juan Antonio Parisi, era un colaborador del fútbol amateur y allegado de confianza de los técnicos que intercedió para ello. Para "Lito" se dio una situación curiosa: "Llegué a bajarme de un camión que ya me llevaba al sur; un militar me preguntó: "¿Usted es jugador de Estudiantes? Venga que tenemos que hablar". Entonces, "Lito" y "Paisa" evitaron el sur; y Colombo no fue al distrito militar de Tandil que le habían asignado por sorteo. Por esta razón el año 81 no los tuvo disponibles para el plantel de Cuarta.
DESPUÉS DE LAS ISLAS
Los tres, hijos de Estudiantes y soldados de Malvinas, pudieron resguardar su vida ante tanta adversidad en medio de batallas muy desparejas. Y después tuvieron esperanzas en la dignidad de la vida pese a lo funesto que es atravesar diez semanas de guerra.
Cuentan que al finalizar el conflicto muchos compañeros de divisiones inferiores pensaban que "Arras y Parisi habían muerto". Al no regresar al club, y no existir la comunicación actual, nadie supo más por un largo tiempo. Parisi, que jamás pensó en volver a jugar, sostiene que "el entrenamiento en Estudiantes me ayudó a bancarme todo; tenía un estado físico impresionante, en mi casa comía bien, fui en buenas condiciones a Malvinas y creo que por todo eso no me enfermé". Vivió en Brasil siete años: "Quise irme para borrar todo lo malo que había pasado y en este país a los ex combatientes nos tuvieron escondidos mucho tiempo".
Arras intentó regresar a las canchas a los 24 años al probarse en Los Andes y aunque le gustó al técnico Marchetta "me dijo que no tenía lugar para mí". Casi se va a Olimpo pero no le cerró firmar un contrato por cuatro meses; y salió un trabajo en el Banco Provincia, donde se jubiló recientemente.
Colombo, tan solo un año después del cese del fuego, alcanzó a jugar unos minutos en Primera de la mano de "Cacho" Malbernat, aquel capitán del Estudiantes campeón mundial en Inglaterra. De 1983 a 1986 participó en diez partidos, con intermitencias, 4 de titular y 6 veces ingresando en el segundo tiempo. Cuando obtuvo la libertad de acción firmó en Ferro de Pico y jugó el primer Nacional B de la historia.
Gracias a las distintas iniciativas que afloraron con espíritu reivindicatorio en nuestro Club, aquellos pibes están en contacto y disfrutando momentos, como en un torneo de camadas en el Country, donde la ´62 se puso los cortos a veterana edad y se animó al desafío con los más jóvenes.
Todo está guardado en la memoria de un tiempo duro, de dictadura, de guerra, y donde el fútbol era realmente un salvavidas. "El club está con nosotros, somos parte, y orgullosos de ir creciendo con Verón, que tiene mundo", afirma Parisi, padre de dos hijos, y en las vueltas que pega la vida, terminó casado con Adriana Cheves, una hija del reconocido entrenador que trabajó en primera y juveniles.
"Cuando se habla de caídos es revindicar a los hermanos héroes que quedaron en el cementerio de Darwin, la política es recordar a los muertos y malvinizar. Hoy con 62 años disfruto de las pequeñas cosas de la vida como jugar un partido de veteranos, volver a casa y tener a mi señora, a mis nietos", expresa Arras.
"Estudiantes me devolvió la vida por tantos gestos que pintan a esta institución. Especialmente le debo agradecer a Bilardo, que definió antes de irse del Club para dirigir a la Selección que me hicieran el primer contrato profesional, aunque jugué poco, con desgarros mal curados y problemas en una rodilla", evoca Colombo, padre de dos hijas y siempre dispuesto a brindar su experiencia a los pibes del colegio de jugadores de la institución, mientras coordina la escuela de fútbol del Club Roque Pérez.
El Club los hizo socios honorarios y junto a otros tantos ex combatientes se reúnen todos los viernes. Una parte grande de la historia argentina debía tener una agrupación, Estudiantes de Malvinas, cuya presidente Irina Oslovsky es la hija del veterano de guerra Gustavo Luis Oslovsky, quien participó del conflicto con el Regimiento 7, siendo parte de la Compañía C, una de las que más bajas sufrió en la terrible última semana de la guerra en combate cuerpo a cuerpo.
Gustavo Polo es otro leal al Pincha, que estuvo en un pozo de zorro malvinero y el pasado mes conversaba con los chicos que juegan al fútbol con sus sueños de primera, como los que tenían hace 42 años, Colombo, Arras y Parisi. Sus presencias de veteranos de guerra nos interpela. Son la historia viviente. Los que con diecinueve años fueron a dar la vida en defensa de la soberanía nacional.
Gabriel Alejandro López