Gris. La lluvia constante, la niebla y el crudo viento invernal tornan al paisaje de las Islas Malvinas de un color gris interminable, donde los ríos de piedra y los humedales coronan la postal. En aquel lugar, entre peñascos y planicies onduladas, tomaron su posición cientos de soldados argentinos durante el mes de Abril de 1982. Cuatro jóvenes platenses cavaron su pozo en la colina Wireless Ridge, a la vera del río Murrell, ubicado a pocos kilómetros de Puerto Argentino. Aquel lugar fue su refugio durante varias semanas, en las cuales sufrieron hambre, frío y temor. Aquel pozo, en el interminable gris malvinense, fue un lugar rojo y blanco.
En 1982, Carlos Mercante y Fernando Terminiello tenían 19 años y realizaban el servicio militar en las instalaciones del Regimiento VII de Infantería. Se encargaban, específicamente, de mantener en condiciones los edificios militares. El 2 de abril las fuerzas militares argentinas desembarcan en las Islas, y a mediados de mes los soldados del Regimiento VII son enviados al sur de nuestro país. Hacia allí fueron ellos, sin tener certeza del destino final de su "aventura". "Era una especie de aventura porque no teníamos idea de qué estábamos haciendo ni sabíamos bien hacia dónde íbamos, por eso había mucha incertidumbre", afirmó Carlos. Uno o dos días antes de salir hacia Río Gallegos, les comunicaron que debían despedirse de la gente que pudiesen. De La Plata al Palomar, del Palomar a Río Gallegos, de allí a Malvinas.
"Era mirar por la ventanilla y ver mar, mar y más mar. El avión bajaba pero seguías viendo el agua, porque entraba justo en el bordecito de la pista de aterrizaje", contó Carlos. Fernando recuerda con exactitud cada fecha, cada lugar y recorrido de su tiempo en Malvinas: "llegamos y caminamos como 20 kilómetros. Nos hicieron dormir de noche donde dormían las ovejas, y al otro día comenzamos a hacer los pozos. Los primeros días éramos como mulas de carga, nos hacían buscar víveres, armamentos y municiones a un depósito del Regimiento a cinco kilómetros de nuestra posición. En varios de esos días ni siquiera comíamos". Diez días después los mandaron a la primera línea de combate.
Los cuatro que compartían el pozo eran pincharratas. Otro de los soldados, Germán, era quien más cartas recibía, y en todas les informaban acerca de la campaña albirroja del momento. No tenían mucha información y las cartas les llegaban una semana más tarde, pero fue una forma de escaparse de la realidad que estaban viviendo. Carlos y Fernando nacieron hinchas de Estudiantes, sus familias tienen una tradición pincharrata muy arraigada que se transmite de generación en generación.
El 26 de abril son enviados, junto a ocho soldados y un teniente, a esperar el desembarco inglés en San Carlos. En ese momento se dieron cuenta que se encontraban en medio de una guerra: muchos de los ex-combatientes dicen que fueron conscientes durante los primeros bombardeos, pero ellos tuvieron que notificar el desembarco días antes. Si volvían no había problema, si no volvían era "su" problema. Con el correr de los años, supieron que les encomendaron esa misión sólo por ser los más inexpertos en combate. Nunca entraron en combate directo, aunque desde su posición observaron la batalla del Monte Longdon. El viernes 11 de junio durante la noche comenzaron los disparos, las explosiones y los fogonazos. El sábado 12 el ejército inglés ataca con la artillería y Carlos resulta herido de gravedad. "Tuve una herida importante en la pierna, me quedó más corta que la otra", detalló. Fernando explicó que tuvieron que evacuarlo hacia al Hospital a pie, porque no había helicóptero debido a los bombardeos. El trayecto era de cinco kilómetros. El domingo los atacan directamente, y el día 14 de junio se produce la rendición argentina.
"La sensación al pisar suelo argentino fue que veníamos de perder. Luego, con el cariño y solidaridad de la gente y el paso de los años fue cambiando nuestro parecer. Ir a Malvinas representó un orgullo para nosotros, a pesar que uno está en contra de la guerra porque es lo peor que le puede pasar a un ser humano", aseveró Fernando. En tanto, Carlos dijo que "el hecho mismo de volver fue importante, porque nuestra mayor incertidumbre era saber cuando volvíamos, si es que lo hacíamos". "Malvinas te da una identidad, por el hecho de que fue gente muy dispar en cuanto a clase social, cultural y económica. Después de Malvinas somos todos iguales, nos une el haber ido a la guerra. Uno puede ser médico, ingeniero o albañil, pero nos hermana el hecho de ser ex-combatientes."
"En 1991 tuvimos recién la primera pensión. El Estado nos abandonó totalmente no tanto en lo económico, sino a nivel de salud. Fue un abandono total, por eso hubo tantos suicidios. Desde que volvimos hasta el ’91 no hubo una sola medida en reconocimiento: él que volvió con algún problema psicológico o una secuela física estaba a la deriva", graficó Fernando. La lucha de los ex-combatientes continúa en la actualidad, a casi 34 años del fin de la guerra. En el cementerio de Darwin, en suelo de Malvinas, reposan 234 héroes argentinos de la guerra, de los cuales 123 no están identificados. Son soldados de los cuales no se sabe su identidad, con familias a las que nunca fueron a comunicarle si su familiar falleció. Desde el "Centro de ex-combatientes de Islas Malvinas" (CECIM) impulsan una campaña para la identificación de las 123 víctimas, y realizarán hoy un acto en la plaza Islas Malvinas (ubicada en 19 y 53) a las 11, en el día que se conmemora el día del Veterano y de los caídos en la Guerra de Malvinas.
En 2007 regresaron a las Islas por primera vez, y años después lo hicieron con sus hijos y las camisetas de Estudiantes a cuestas. "La experiencia de volver fue muy fuerte y emocionante. Volver a estar en el mismo lugar, encontrar muchas de nuestras cosas como mantas y borceguíes 25 años después fue muy fuerte", indicó Carlos.
Ambos supieron transmitir su pasión por Estudiantes a sus familias. Fernando tiene una platea permanente y concurre junto a sus hijos, ambos deportistas en la institución: Julieta es jugadora de hockey y su hijo estuvo en las Inferiores hasta hace poco tiempo. A diferencia, Carlos va a la popular con sus hijos y sobrinos. Desde el club se reconoció a los hinchas ex-combatientes en 2012, cuando reformó el Estatuto para que sean socios honorarios. "Estudiantes es una parte muy importante de mi vida. He hecho muchas locuras por verlo, como volver de vacaciones para un partido del Nacional B, dejar todo para ir a Dubai, aguantarme diluvios e ir a la cancha igual", concluyó Fernando. Carlos cerró el contacto con el sitio oficial: "luego de Malvinas me desentendí del fútbol. Volví a ir cuando mi hijo tenía dos años, porque él tenía que ver la familia que es Estudiantes".